Cambios
repentinos
Cursaba
quinto de primaria, ya había dejado de jugar con muñecas y cada vez me daba
cuenta de muchas cosas. El último de los hermanos de mi mamá estaba atravesando
una etapa muy difícil en su familia, la esposa de mi tío John había abandonado
su hogar dejando a dos hijos, uno de 7 meses y el otro de 2 años.
Claro,
nadie esperaba tal incidente de una mujer que aparentaba tanto amor a su
familia. No sé si pensar que la mentalidad de las cruceñas es más liberal, pero
nada justifica lo ocurrido.
Mis
primos estaban atravesando una etapa muy crítica, pues todo niño necesita tanto
de los brazos de una madre como del sustento de su familia poder crecer y
desenvolverse, por lo que mi mamá tuvo que ayudar con la responsabilidad de sus
dos hijos.
Al
ser hija única y tener todos mis gustos, me era tan difícil acostumbrarme a dos
pequeños viviendo en casa, era una doble sensación, feliz de tener que
compartir y aprender, pero a la vez angustiada, ya que todo el cariño y
atención se robaban mis primos.
Con
el transcurso del tiempo tuve que aprender muchas cosas. Claro tenía que ayudar
en las tareas del hogar porque me había convertido en la hermana mayor. Fue entonces cuando empecé a valorar el esfuerzo que
hacen los padres para mantener un hogar.
Pese
a las obligaciones que habían aumentado en casa, quería dedicarme a alguna
actividad extracurricular.
Durante
los 11 y 14 años practiqué deporte, los constantes partidos de volibol que había
en mi colegio me incentivaron para que pueda ejercitar con más dedicación.
Cuando
tenía 15 años, me dediqué a la danza gracias a la invitación de Wilson
Peñaranda, ex profesor de mi colegio en la materia de Artes Escénicas y también
profesor en el área de Jazz de la Academia Nova Danza. A un principio creí que
era para aprender pasos modernos y coreografías, como se suele copiar al
profesor de educación física en el colegio, pero la concepción de danza en la
academia era diferente ya que se maneja la danza como un arte.
Nunca
pensé que algo me llegaría a apasionar tanto. Las posibilidades que te ofrece tanto
el deporte como el arte son infinitas, pero cuando encuentras algo que
realmente te llena, es cuando crees que eso es para ti y eso fue lo que me pasó
con la danza, me quedaba bastantes horas en la academia, llegaba con mucho
tiempo de anticipación para poder calentar y realizar los ejercicios. Las
constantes presentaciones en teatro, televisión y viajes fueron el incentivo
para que pueda mejorar cada vez.
El
jazz fue tan especial en mi vida porque sentía que todo el estrés y el trabajo
que conllevaban dos miembros más en mi
familia, los olvidaba en las salas de danza, era un mundo aparte donde solo
estaba la danza y yo.
No
descarto la felicidad que trajo en mi familia
la presencia de dos personas más, el montón de recuerdos y experiencias que uno
conserva para toda su vida.
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