martes, 26 de febrero de 2013


Cambios repentinos

Cursaba quinto de primaria, ya había dejado de jugar con muñecas y cada vez me daba cuenta de muchas cosas. El último de los hermanos de mi mamá estaba atravesando una etapa muy difícil en su familia, la esposa de mi tío John había abandonado su hogar dejando a dos hijos, uno de 7 meses y el otro de 2 años.
Claro, nadie esperaba tal incidente de una mujer que aparentaba tanto amor a su familia. No sé si pensar que la mentalidad de las cruceñas es más liberal, pero nada justifica lo ocurrido.
Mis primos estaban atravesando una etapa muy crítica, pues todo niño necesita tanto de los brazos de una madre como del sustento de su familia poder crecer y desenvolverse, por lo que mi mamá tuvo que ayudar con la responsabilidad de sus dos hijos.
Al ser hija única y tener todos mis gustos, me era tan difícil acostumbrarme a dos pequeños viviendo en casa, era una doble sensación, feliz de tener que compartir y aprender, pero a la vez angustiada, ya que todo el cariño y atención se robaban mis primos.
Con el transcurso del tiempo tuve que aprender muchas cosas. Claro tenía que ayudar en las tareas del hogar porque me había convertido en la hermana mayor. Fue entonces cuando empecé a valorar el esfuerzo que hacen los padres para mantener un hogar.
Pese a las obligaciones que habían aumentado en casa, quería dedicarme a alguna actividad extracurricular.
Durante los 11 y 14 años practiqué deporte, los constantes partidos de volibol que había en mi colegio me incentivaron para que pueda ejercitar con más dedicación.
Cuando tenía 15 años, me dediqué a la danza gracias a la invitación de Wilson Peñaranda, ex profesor de mi colegio en la materia de Artes Escénicas y también profesor en el área de Jazz de la Academia Nova Danza. A un principio creí que era para aprender pasos modernos y coreografías, como se suele copiar al profesor de educación física en el colegio, pero la concepción de danza en la academia era diferente ya que se maneja la danza como un arte.
Nunca pensé que algo me llegaría a apasionar tanto. Las posibilidades que te ofrece tanto el deporte como el arte son infinitas, pero cuando encuentras algo que realmente te llena, es cuando crees que eso es para ti y eso fue lo que me pasó con la danza, me quedaba bastantes horas en la academia, llegaba con mucho tiempo de anticipación para poder calentar y realizar los ejercicios. Las constantes presentaciones en teatro, televisión y viajes fueron el incentivo para que pueda mejorar cada vez.
El jazz fue tan especial en mi vida porque sentía que todo el estrés y el trabajo que conllevaban dos miembros  más en mi familia, los olvidaba en las salas de danza, era un mundo aparte donde solo estaba la danza y yo.    
No descarto la  felicidad que trajo en mi familia la presencia de dos personas más, el montón de recuerdos y experiencias que uno conserva para toda su vida.  

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